miércoles, 28 de junio de 2017

Para Lucas.

Tú te fuiste.

Y ninguno de nosotros te buscó.

No era necesario que me lo dijeras. Siempre lo supe. Solo que no atinaba cómo decirte que a mí no me importaba, porque tampoco quería que te dieras cuenta que yo lo sabía. Y a la vez, quería que me lo dijeras, porque yo misma me decía que se suponía que confiabas en mí. Eras mi mejor amigo. Y creo que todos en realidad, lo esperábamos.

Ahora entiendo que esperar eso es egoísmo. 

Diez años estuve enojada contigo. Sentía que me dejaste, que me soltaste. Y no, no iba a escribirte, porque si tú habías decidido desaparecer, yo también lo iba a hacer.

Siempre pensé que tú decidiste alejarte de mí, dándome yo tanta importancia, por la situación en aquella discoteca, cuando no dejaste que me suelte de tu mano para sacarme de ahí. Yo no quería, no me quería ir. Y, no podía entender por qué te alejabas por una tontería. 

Era verano, llovía en Arequipa. Pensé que no ibas a venir. Sonó el timbre, salí por la ventana y estabas ahí, empapado. Teníamos quince años e iniciamos la costumbre de mandarnos cartas, tú sabías doblarlas de manera ingeniosa. Teníamos nuestra canción y en cada fiesta, si es que sonaba, nos buscábamos para convertirnos en los reyes del hip-hop. 

 Eras mi mejor amigo, repito. Y, yo lo sabía, puta madre.

He intentado creer que ya no me importas, de todas maneras que ha sido por orgullo. Pero, no es así. Has sido mi amigo, mi primer amigo hombre. Tampoco voy a culpar a la sociedad, porque me zurro en ella. Tengo que aprender a respetar. Solo que, de cierta manera, quiero que sepas que lo siento tanto, porque por fin he reaccionado y me he puesto en tus zapatos. Y, quiero luchar contigo.

sábado, 17 de junio de 2017

Avenida de la Cotidianidad.

A Pedro se le ha hecho tarde, toma un taxi apurado. María ha conseguido un asiento dentro del bus. Paulo va por primera vez a la Uni en bici. Antonieta, en el asiento trasero, reniega porque tiene que irse con su papá.

Curva hacia la izquierda, entra por la derecha. Han llegado a la Avenida de la Cotidianidad. Se avanza lento, la bulla de las bocinas, hay más de un policía. La premura del tiempo, aburre esperar.


Unas manos dan la despedida, la caravana se disipa. Paulo no necesita ventanas, tres manillas se precipitan. El viento mueve el cabello, alegría, sus relojes se paralizan.